jueves, 29 de octubre de 2015

Entre olas

El día que me comunicaron que mis gordis tenían autismo, se me vinieron muchos sueños al suelo, tal vez demasiados, los profesionales en su empeño de "no cogerse los dedos" normalmente te presentan un futuro algo así como desolador, por decirlo de algún modo elegante. Pero el tiempo pasa y si no te cura, te mata, o al menos te hace ver la vida de un modo diferente, mejor o peor te vas adaptando a las circunstancias, vas despertando de esa pesadilla a la que no les fin.
Yo tuve suerte, una esta totalmente recuperada, o al menos se acerca bastante a eso que llaman normal, la otra... la otra es ella con  sus cosas, con sus días malos y sus días peores, pero toda una luchadora.
En nuestro empeño en traerla a nuestro mundo (por eso de que los autistas viven en un mundo a parte) termine dándome cuenta de una cosa... yo nunca había ido al suyo y fue al visitarla cuando comprobé cuan maravilloso es su interior. La vida con ella no es fácil, en cierto modo tampoco es difícil, simplemente te quedas sin vida, pero  cuando vives estos momentos te das cuenta de que vale la pena. El se humano pone en marcha su capacidad innata  para olvidar los malos momentos multiplicándola hasta el infinito y mas allá y deja nuestra retina empapada de momentos como este.

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